Y allí estaba ella... Con destellos de oro en su cabello, otoño en la mirada y cientos de lunares, que parecían estrellas. Y allí estaba ella... Con la piel tan clara como el champagne. Y allí estaba ella... Que por un momento fue mía y al otro tan fugaz como una centella...
Demasiadas nubes en el horizonte impiden que el camino se vea con claridad y hace mucho más difícil los pasos del explorador encontrar. Imposible saber si se acerca una montaña o roca que le hará caer, pero mantiene la esperanza de volver a encontrar la nave que lo hará zarpar en busqueda de la luna indicada que lo acompañe en las noches y en cada madrugada.
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